
Sus padres pensaron en un principio que sería un chico normal, que vestiría con sus polos rosas y que llevaría pelo corto, zapatos de cuero y pantalones de lino, y lo educaron como tal.
Pero hará unos años sufrió lo que es comúnmente llamado como una metamorfosis. Sus ropas cambiaron, al igual que sus ideas, su comportamiento. Pero lo que más se hizo de notar entre sus cambios fue el crecimiento de su pelo. Creció, y creció tanto, que fue el pelo quien pasó a llamarse Carlangas, y su persona quedó en un plano secundario. Desde esa perspectiva empezó entonces a juzgar el mundo, desde los recovecos que escondía su copiosa melena. Y parece ser que le gustó, porque aún sigue viva, y con más alevosía que nunca.
Por ello, después de demostrar que conozco tan poco a Carlangas como a Carlos (nombre de la persona que esconden esos pelos), os recomiendo que os paséis por su blog, que él sí que sabe de arte, de pelos y de música.
Para él, su pelo, y su blog, esta foto, este enlace y este post.