Lágrimas ardientes por lo que el tiempo enfrió.
Lágrimas tímidas, intensas, incesantes.
Lágrimas por tiempos pasados, por sueños perdidos.
Lágrimas necias e inmundas, por lo que tuve, lo que perdí.
Lágrimas de impotencia en las tardes de domingo,
de impotencia al ver que todo lo que antes tenía se va difuminando,
se va perdiendo en miradas inexpresivas, y va dejando sabores amargos en bocas inapaciguables.
Lágrimas por ti y por todo, por mí y mis recuerdos, locuaces.
Porque el tiempo me ha dejado a mí aquí, a un lado, viendo como los sueños van pasando y cayendo, uno a uno, por un abismo, turbulentos.
Porque la mentira me ha ensuciado con cada una de sus palabras, y me ha ido arrebatando poco a poco todas las esperanzas, deshaciendo nudos, quemando cuartillas de canciones de ensueño y deseos vehementes.
Porque la mentira tiene nombres, y esos nombres sonaban antes a pasión, amistad y buenos recuerdos, que han quedado poco a poco acongojados en cada uno de los rincones de mi memoria, pero con tal alevosía que cada día me hacen su esclavo, su dueño.
Lágrimas que, en vez de bajar por mi mejilla librándome de mi extasiada soledad figurada, se quedan ahí dentro, haciéndome, una vez más, someterme a los recuerdos, a la mentira, a la vanidad de mis perdidos sueños.//
Lágrimas, una vez más, porque estos versos son dueños de mí, porque yo soy dueño de estos versos.